Toc…, toc…, toc…,
resuenan los tacos altos sobre la vereda
de una calle a oscuras cerca de la terminal.
Recorren un camino, que ya lo saben de memoria.
Lujuria para algunos, supervivencia para ellas.
Que se degradan para conseguir el pan, vendiendo su cuerpo.
Pero esta vez, los pasos son cada vez más ligeros
como proveniente de una persona perseguida por el horror.
Sabiendo que en esos momentos su única opción es morir.
Entonces la madrugada se vuelve trágica.
Los presagios de muerte, se acercan.
los presagios de muerte, se confirman.
En un segundo todos los odios se congregan
y la bala es más que un fogonaso
es la muerte implacable, cobarde.
Su nombre era simplemente Sandra
y en un instante se acabo su lucha,
sus planteos, sus reclamos, su vida.
Ella era más que una pecadora con labios carnosos y vientre mágico.
Era una defensora de las personas más indefensas, más vulnerables.
AMMAR fue su pasión, su militancia sindical.
Su lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales
Su denuncia contra la impunidad policial y política,
Contra la recaudación ilegal.
Siempre luchando contra la corrupción.
Y fue esta lucha la que le costo la vida.
Fue el fango de la noche,
quién por fin la acalló.
Después de un feroz hostigamiento,
por parte de los miserables de siempre.
Hoy la vereda de la calle cerca de la terminal
ha olvidado ese cruel balazo
y otros tacos altos la recorren.
Pero de ella y de su lucha,
nadie se olvida
y siguen por la senda que abrió con su propia vida.
De ella se acuerdan.
Las chicas que caminan en la oscuridad de la noche, procurando algún cliente.
Los tacheros que recorren sin parar la ciudad, buscando compañía.
Los putaneros que conocen todos los tugurios, y solo quieren saciar su sed.
Los solitarios que buscan, algo parecido al amor.
Los adolescentes, que solo quieren debutar.
Los empresarios, que gastan fortunas.
Los miserables, que regatean el precio.
Los infieles, que quieren calmar algo más que el insomnio.
Los estudiantes, que solo quieren algo más por aprender.
Los proxenetas, que solo quieren sentir el poder.
Y especialmente los canas, que siempre fueron parte del negocio.
Quizás fue una María Magdalena moderna
y hoy esta en el cielo como un ángel con tacos altos
protegiendo desde las alturas a sus chicas
que siguen recorriendo por las noches las calles cercanas a la terminal,
siempre recordándola y tratando que sus sueños
no queden enterrados en el olvido.
Autor: José Luis Heinzen
Enero de 2010