¿Por qué decidiste comenzar a ser trabajadora sexual? ¿Hace cuánto lo sos?
Hace 39 años soy trabajadora sexual. Empecé a los 24 años y decidí serlo porque no me alcanzaba la plata. Yo trabajaba en un criadero de pollos y no me pagaban suficiente como para poder sostener a mis ocho hijos. Por eso elegí mi profesión, con la cual estoy totalmente decidida porque gracias a ella pude darle de comer a mis hijos, hacer mi casa y tener una mejor calidad de vida.
¿Cómo conociste a Ammar? ¿Qué te aportó la asociación como trabajadora sexual?
Hace aproximadamente diez años conocí a AMMAR gracias a otras compañeras que ya estaban en la asociación. Primero no le daba tanta importancia, como veo que pasa hoy en día con algunas trabajadoras. Era muy tímida, no quería que nadie se enterara de mi trabajo, no hablaba nada. Con el tiempo me fui involucrando cada vez más. La asociación me aportó el reconocimiento y la confianza hacia mí misma y también hizo que me diera cuenta que nadie me podía llevar en cana porque yo tengo derechos.
Antes, cuando me llevaban en cana, tenía miedo por mí y por mis hijos. Después, con AMMAR, empecé a cuestionar por qué me llevaban si yo no estaba haciendo nada malo. Esa es la ignorancia que tiene una, no conocer sus derechos. Antes veía a la policía y me iba corriendo como una loca mientras les avisaba a mis compañeras pero después me di cuenta que no podían hacerme eso.
¿Qué te motivó a iniciar una carrera en la militancia dentro de Ammar?
Me motivó la lucha por nuestros derechos. Antes trabajábamos y no nos reconocíamos como nada. Hoy es diferente. Cuando empecé a ir con mi compañera Rosa a Buenos Aires me gustaba todo lo que decían en AMMAR, me llamaba la atención. Ahí empecé a aprender, quería saber todo. Cuando hablaba con Georgina le decía “Yo quiero llegar a ser como vos”. Me encanta que seamos muy unidas, reunirnos y saber que vamos para el mismo lado, que tenemos una obligación. Yo amo mi asociación y levanto su bandera. Si me hubieses preguntado esto seis o siete años atrás yo no entendía nada. Pero ahora sí, entiendo, sé y me gusta.
Además de la lucha a nivel nacional de Ammar por los derechos de las trabajadoras sexuales, ¿Cuáles son las principales preocupaciones de la asociación en tu provincia?
Mendoza es una provincia muy conservadora. Tuvimos la primera ordenanza municipal que nos prohibía trabajar. Ordenaba cerrar cabarets y departamentos. Entonces se cerraron nuestros lugares de trabajo y las chicas fueron a la calle. También salió la ordenanza de penalización al cliente que contrata a las chicas. Han cerrado los hoteles, todo ha quedado en la clandestinidad. Las chicas tienen que trabajar en la calle. Hace un año atrás sufrimos una terrible violación de una compañera que fue llamada para encontrarse en una obra y, estando allí, el tipo la obligó a hacer cosas que ella no quería y la violó con una botella. Tuvimos que llamar a la policía porque el tipo no la quería dejar ir. Cosas así de feas están sufriendo hoy en día mis compañeras por el asunto de que no hay adónde ir.
Nosotras hicimos una denuncia al INADI y se han mermado un poco los preventores que multan a los clientes pero sigue muy mal la situación. Queremos que se saquen esas ordenanzas, que las chicas vuelvan a trabajar como antes. Además, con los códigos contravencionales que van a aplicar vamos a estar todavía en una mayor clandestinidad. No vamos a poder trabajar.
¿Cuál es la o las instituciones que ejercen mayor violencia y/o discriminación hacia las trabajadoras sexuales en tu provincia? ¿Nos podés contar algún caso en particular?
La policía, sin ninguna duda y también los preventores municipales. La policía siempre fue violenta con nosotras, eso nunca cambió. Una vez había quedado detenida y mientras me cambiaba los cordones de las zapatillas, un comisario me miró de arriba a abajo y me dijo: “Que asco de mujer”. Esa fue una discriminación terrible.